Vista del interior del archivo de la demarcación de Tenerife, La Palma, La Gomera y El Hierro del Colegio de Arquitectos de Canarias
Esta mañana, varias personas hemos visitado el espacio donde se han ido almacenando las copias de todos los expedientes que los arquitectos de Tenerife han producido desde que se creara nuestro colegio profesional, allá en los comienzos de los años 70 del siglo pasado.
La actual crisis profesional que ha supuesto la desaparición de cuatro quintas partes del trabajo que teníamos hace solo cuatro años, nos ha obligado a los actuales responsables de la organización colegial a poner en venta todo nuestro patrimonio inmobiliario. Y, después de varios meses, hemos conseguido vender precisamente el espacio que habíamos destinado a archivo principal de nuestra corporación. Es un espacio situado en un polígono industrial en la periferia de la ciudad de Santa Cruz, que tiene una superficie de 580 metros cuadrados y una altura libre de más de seis metros.
Nuestra obligación de acuerdo a la legislación autonómica canaria es la conservación sin contrapartida de ese legado heredado. Y, aunque hemos sondeado a distintas administraciones y entidades, ninguna nos ha ofrecido el apoyo que más necesitamos para su tratamiento, el económico. Es otra consecuencia más de la profunda recesión que atravesamos.
Foto aérea del Polígono de la Campana. Emplazamiento del archivo del Colegio de Arquitectos de Canarias
Nuestro archivo documental tiene un valor indudable en cuanto que refleja una parte sustancial de la historia de la construcción en nuestra provincia en un único conjunto organizado. La venta de ese inmueble nos ha permitido enjugar importantes deudas contraídas en los últimos años y, en especial, el coste de la reducción de la estructura administrativa que era redundante debido a la fuerte disminución de la actividad del visado de proyectos. Sin embargo, nos ha obligado a trasladar la totalidad de ese archivo a otro lugar y esa tarea está siendo bastante dificultosa.
He recorrido los pasillos de estanterías llenos de cajas y papeles ordenados minuciosamente durante cuatro décadas con una mezcla de fascinación y curiosidad. El peso del esfuerzo realizado por tantos compañeros a lo largo de los años estaba allí representado por la presencia de aquella acumulación ingente de escritos y dibujos reflejados en papel. Para mí, era sobre todo una presencia sobrecogedora. Algo así como recorrer una especie de biblioteca borgiana en la que se concentra y refleja todo aquello que hemos aportado como profesionales a esta sociedad: Cuarenta años de la historia de la arquitectura de esta isla.
En ese tiempo se han generado más de ochenta mil expedientes, guardados en sus correspondientes cajas de cartón y que se han organizado a lo largo de seis kilómetros de estanterías, mediante el esfuerzo de sucesivas generaciones de responsables administrativos. Cada proyecto elaborado tiene allí su copia puntual, así como el reflejo de los documentos legales de las obras que fueron desarrolladas en base a ellos.
Planta del espacio ocupado por el archivo
La historia del Colegio de Arquitectos de Canarias se remonta a 1973 en que se produciría la segregación y separación del grupo canario de la entidad andaluza correspondiente. Ese año se inauguraría en Tenerife la sede de la Rambla con una exposición magna que contó con la presencia de Joan Miró, el crítico británico Sir Roland Penrose y el afamado arquitecto catalán Joseph Lluis Sert, siendo decano de la Graduate School of Design de Harvard y residente en aquellas fechas en Boston.
Con anterioridad a aquellos años, el reconocimiento profesional de los proyectos se tenía que tramitar mediante su envío a Sevilla, en un proceso engorroso que duraba semanas. El primitivo archivo de esos trabajos también se conserva ya que fue remitido en su momento para su conservación directa en la isla. Son unos legajos polvorientos que alcanzan a unos cuantos cientos de ejemplares.
En esos años, un proyecto consistiría por lo general en un conjunto mínimo de documentos: una hoja mecanografiada de datos estadísticos; una escueta memoria, acompañada por una mínima valoración presupuestaria que, en la mayoría de los casos no superarían los dos folios; y un plano alargado en la que se dibujarían el emplazamiento, las plantas y fachadas a escala 1:100 y, a veces, alguna sección significativa. También solían contener algunas primitivas perspectivas dibujadas en ese estilo gráfico tan característico de mediados del siglo pasado con las líneas cruzadas y la expresión de las sombras y la vegetación con un carácter abstracto. Todo ello grapado en un formato de folio con una cubierta acartonada para su protección e identificación.
Los primeros expedientes se organizarían en cajas específicas dedicadas a cada arquitecto o grupo de arquitectos específico. La primera caja que he visto correspondía a nuestros compañeros ya fallecidos, Felix Saénz Marrero y José Aznar. En esa primera fila, al fondo del archivo se conservarían también otros arquitectos de aquella primera época, también desaparecidos, como Enrique Rumeu, Domingo Pisaca, Tomás Machado, Javier Felip y tantos otros, que ya debemos considerar como parte de la historia de nuestra profesión.
Con los años, el volumen de los proyectos iría creciendo tanto en número como en exigencia documental. A principios de los años ochenta ocurriría un cambio fundamental con la aprobación por la asamblea colegial de un reglamento de contenido de los proyectos que normaría la forma y tipo de los documentos proyectuales y, en consecuencia, supondría un aumento considerable de su tamaño. En fechas ya más recientes, algunos proyectos técnicos de arquitectura han alcanzado un volumen realmente impresionante, llegando a ocupar cajones que se asemejan a pequeños catafalcos en los que se acumula un esfuerzo técnico enorme. No solo en lo referente a la arquitectura, sino también a las diversas ingenierías que han ido incorporándose de una manera obligatoria como consecuencia de la aprobación de nueva y sucesiva reglamentación técnica referente al sector de la construcción y las instalaciones.
Varias decenas de miles de expedientes conteniendo la documentación relativa a proyectos de edificación y las obras correspondientes, se acumulan en esos 3.700 metros cúbicos . Son el testimonio de casi medio siglo de la construcción del territorio y de la arquitectura en nuestra región. Por ello, somos conscientes de nuestra responsabilidad en su conservación y de lograr una catalogación adecuada de esos fondos en los próximos años que permita su consulta y, con ello, la contribución al conocimiento de la historia reciente de nuestra sociedad.
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